domingo, 22 de enero de 2017

Reseña: La La Land

LA LA LAND


(USA, 2016)


La La Land comienza con la que es quizás su escena más reveladora. Esta apertura es un despliegue impresionante de cinematografía: en un plano secuencia  (esas tomas largas filmadas sin cortes, es decir, en una sola toma) tan largo como una canción, filmado en una autopista de Los Ángeles repleta de autos, se muestra un número musical con una coreografía muy impresionante, una cámara que hace toda clase de movimientos en diversos planos y desde muy diversos ángulos, una coordinación espectacular, en fin, armonía pura. Sin embargo, esta escena también permite observar los pocos conflictos que están presentes a todo lo largo de la película: es un homenaje a Hollywood mismo, es una película que rescata y se apropia de un sinnúmero de elementos que han definido a la industria cinematográfica norteamericana en sus momentos cúspides, para bien o para mal. Se sienten las sonrisas falsas, el optimismo exagerado, la actitud que busca adoctrinar; y es que no podemos olvidarnos de algo muy importante: La La Land es, a final de cuentas, un musical.



"Un mundo en que la música es el mundo"

Siendo justos, La La Land logra hacer algo impresionante: logra trascender la esencia del musical por sí mismo y dotar de significado a una película entera usando la música como principal —pero no única— herramienta. La música es la forma en que La La Land pretende transmitir su mensaje y sus muy variados temas —que van desde la sátira a la industria fílmica en Hollywood, la decisión entre amor y logros personales, o la misma música y su trascendencia como elemento cultural—, pero la música no se limita a números cantados. Sí, es un musical, pero no abruma con líricas forzadas, con tomas abiertas en las que puede observarse a todo el mundo bailando y cantando. Mucho de su esencia se basa en secuencias meramente instrumentales donde las situaciones son guiadas por la música, como si ésta bailara con ellas y las llevara de principio a fin danzando.

La música en La La Land se convierte pronto en un instrumento estético, en una manera de expresar sensaciones, sentimientos. Las situaciones son fantasiosas, irreales, pero de manera creativa. Ya sea en un número de tap o en un baile en el cielo crepuscular, los estigmas del musical tradicional son pronto vencidos. El buen gusto vence a la extravagancia. La película fluye en armonía como en una canción bien compuesta, y con momentos que resultan disonantes pretendiendo crear contraste, como en una pieza de jazz.



Colores que hablan

Pero La La Land es mucho más que sólo música. La composición de las escenas salta a la vista en todo momento. Los colores han sido organizados, planificados para crear emociones también visuales. Esto permite a la cinta saltar desde escenas con colores cálidos, muy iluminados y llamativos, hasta escenas donde el tono principal es más oscuro, cercano al morado, haciendo uso de la luz crepuscular. Las emociones de los personajes también se matizan con diferentes colores: si se pone atención a la escenas focales en la historia, podrá observarse que los colores, más que acompañar, complementan las actitudes de los personajes, acompañan al actor sugiriendo a la audiencia lo que sienten en ese momento específico, creando emociones por demás complejas.



Narrativa por estaciones

La película está separada por actos nombrados con las estaciones del año: invierno, primavera, verano, otoño, invierno, en ese orden. Las situaciones por las que los personajes atraviesan a lo largo de la historia son acordes a dichas sensaciones, y del orden podrá inferirse la manera en que los personajes interactuarán, los conflictos que se les presentarán. Sin embargo, a pesar de esta aparente linealidad la narrativa es muy rica y el guión está tan bien escrito que permite la creación de situaciones, por momentos, mágicas; esto es acompañado de un trabajo de edición notable que hace al filme fluir con facilidad y sencillez.



La química de la dirección

La historia de amor que se desarrolla en pantalla funciona muy bien, y aunque esto se debe en gran parte a las grandes actuaciones tanto de Ryan Gosling como de Emma Stone, sería injusto atribuirlo sólo a ellos. Cierto, ambos actores han hecho una de las mejores interpretaciones de su carrera —en el caso de Stone la mejor—, y el compromiso con la ejecución técnica, por ejemplo, de los bailes o instrumentos —Gosling al tocar el piano— es sumamente meritoria. Pero la riqueza de la relación entre ambos sugiere una dirección extraordinaria. Es prácticamente imposible llevar registro de todos los gestos y microexpresiones que los autores ejecutan durante sus numerosas escenas juntos. Cada personaje vive a su propia manera y, en una especie de contrapunto actoral, los dos se complementan haciendo que las situaciones vividas entre ambos personajes posean una riqueza agradable.



Damien Chazelle, director y escritor de la cinta, ha mejorado en casi todos los aspectos a su anterior filme —la muy bien recibida Whiplash de 2014— coordinando magistralmente todos los elementos de la obra: cinematografía, edición, música y mezcla —debe ponerse especial atención a esos momentos de música instrumental en que cada instrumento y cada nota suenan tan claros, con la potencia adecuada— están todos excelentemente ejecutados. En el trayecto, Chazelle hace un homenaje grandioso a la música —desde Whiplash tenemos claro su afición a este arte—, un homenaje que logra tocar incluso a aquellos que no sean músicos.



Es muy probable que La La Land se lleve el Oscar a mejor película este año. Pero, aunque es sin duda una de los mejores filmes norteamericanos del año, el punto focal es que se aprovecha de la nostalgia que evocan aquellos elementos que hacen rememorar a una época dorada del cine norteamericano que, aunque mágica, hace que dicha industria cargue con tantos estigmas en la actualidad. Hollywood se autopremia con esta clase de cintas —ya ha ocurrido, por ejemplo, con The Artist en 2011 o, de alguna manera, con Birdman en 2014, ambas cintas estupendas pero en las que, en cierto modo, la industria del entretenimiento premia a la industria del entretenimiento— que promueven, al final del día, una visión mercantilizada del arte que puede resultar peligrosa.

Calificación: 4.5/5 respecto a la siguiente escala:——
       1: Terrible
       2: Mala
       3: Buena
       4: Excelente
       5: Legendaria

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