ROMA
México, Estados Unidos; 2018
Director: Alfonso Cuarón
Director: Alfonso Cuarón
Por Alatriste
Aunque, en principio, el cine viaja sin normas o estructuras predefinidas que lo guíen, no es raro que se acople a diferentes fórmulas cuyo éxito está ya probado en las reacciones del público que lo consume. Así, nos encontramos con películas de acción, terror, romance... en fin, tenemos cine de género con estructuras similares que parecen satisfacer las necesidades del público. Pero hay ciertas respuestas a esta estructura tan homogénea: algunos directores se aventuran a jugar con esas fórmulas y estructuras entregando, en cambio, historias de vida en apariencia simples, sin énfasis dramáticos "artificiales", y que, no obstante, tienen mucho que decir. A esta categoría pertenece Roma, la película más reciente del mexicano Alfonso Cuarón.

La última película de Alfonso Cuarón fue Gravity de 2014, con la que se llevó el premio a mejor director y mejor edición en los premios Oscar. En ésta, Cuarón plasmaba una metáfora del renacimiento que se leía entre las líneas de una llamativa odisea espacial, espectacular desde el punto de vista visual y con una gran cinematografía de la mano de Emmanuel Lubezki. Con Roma, Cuarón regresa a una narrativa mucho más terrenal, si se permite la metáfora, pero no por ello menos impresionante.
Roma cuenta la historia de Cleo, una empleada doméstica de una familia de clase media-alta de la colonia Roma en la Ciudad de México de inicios de los años setenta. La familia está conformada por Sofía y Antonio, jovenes esposos, la madre de Sofía y sus cuatro niños. Cleo atiende la casa en compañía de otra empleada doméstica, Adela. Tanto Cleo como Adela pertenecen, evidentemente, a un estrato social mucho más bajo, tienen raíces mixtecas y sus rasgos físicos y culturales —como el idioma, claramente expuesto en la cinta— las separan de la familia con que trabajan.

Pero estas diferencias no son el tema central de Roma, sino acaso uno de los elementos que la enriquecen. Y es que Roma es, en términos prácticos, una historia de vida y no más. Pueden encontrarse incluso similitudes con el cine de Hirokazu Koreeda: tanto este director como Cuarón con Roma saben subrayar y narrar magistralmente el drama que está ligado a una historia de vida tan cotidiana como puede ser la de una familia y sus empleadas domésticas.

Alfonso Cuarón entrega una historia maravillosa en su simpleza. Hay tanto dramatismo, alegría, conflictos familiares, divertidos momentos de comedia, contexto histórico, e incluso espiritualidad en una historia tan sencilla, coronada ésta con actuaciones soberbias —en particular la de Yalitza Aparicio, de la que tanto se ha hablado— y una cinematografía espectacular. Curiosamente no se trata esta vez de la mano de Emmanuel Lubezki, sino del mismísimo Alfonso Cuarón, que con tomas cadenciosas, paneos bien manejados y un para nada pretencioso esquema de escala de grises, consigue hacer de Roma una obra bella y natural.

Por último, queda remarcar la manera en que Alfonso Cuarón imprime su visión personal a una historia sin fronteras. Hay crítica social, hay visión histórica de un momento convulso de la historia de la sociedad mexicana, hay una lectura completa de dicha sociedad, pero hay también elementos más introspectivos: en particular, la historia entre Cleo y una familia con fuertes rupturas y disfunciones pero que, de manera metafórica, la va integrando poco a poco a su núcleo, es un ejemplo magistral de tolerancia y convivencia, no exentas de momentos amargos, que culminan en exaltación a la divinidad encontrada en una figura de orígenes tan sencillos y puros como lo es su protagonista.

La última película de Alfonso Cuarón fue Gravity de 2014, con la que se llevó el premio a mejor director y mejor edición en los premios Oscar. En ésta, Cuarón plasmaba una metáfora del renacimiento que se leía entre las líneas de una llamativa odisea espacial, espectacular desde el punto de vista visual y con una gran cinematografía de la mano de Emmanuel Lubezki. Con Roma, Cuarón regresa a una narrativa mucho más terrenal, si se permite la metáfora, pero no por ello menos impresionante.
Roma cuenta la historia de Cleo, una empleada doméstica de una familia de clase media-alta de la colonia Roma en la Ciudad de México de inicios de los años setenta. La familia está conformada por Sofía y Antonio, jovenes esposos, la madre de Sofía y sus cuatro niños. Cleo atiende la casa en compañía de otra empleada doméstica, Adela. Tanto Cleo como Adela pertenecen, evidentemente, a un estrato social mucho más bajo, tienen raíces mixtecas y sus rasgos físicos y culturales —como el idioma, claramente expuesto en la cinta— las separan de la familia con que trabajan.

Pero estas diferencias no son el tema central de Roma, sino acaso uno de los elementos que la enriquecen. Y es que Roma es, en términos prácticos, una historia de vida y no más. Pueden encontrarse incluso similitudes con el cine de Hirokazu Koreeda: tanto este director como Cuarón con Roma saben subrayar y narrar magistralmente el drama que está ligado a una historia de vida tan cotidiana como puede ser la de una familia y sus empleadas domésticas.

Alfonso Cuarón entrega una historia maravillosa en su simpleza. Hay tanto dramatismo, alegría, conflictos familiares, divertidos momentos de comedia, contexto histórico, e incluso espiritualidad en una historia tan sencilla, coronada ésta con actuaciones soberbias —en particular la de Yalitza Aparicio, de la que tanto se ha hablado— y una cinematografía espectacular. Curiosamente no se trata esta vez de la mano de Emmanuel Lubezki, sino del mismísimo Alfonso Cuarón, que con tomas cadenciosas, paneos bien manejados y un para nada pretencioso esquema de escala de grises, consigue hacer de Roma una obra bella y natural.

Por último, queda remarcar la manera en que Alfonso Cuarón imprime su visión personal a una historia sin fronteras. Hay crítica social, hay visión histórica de un momento convulso de la historia de la sociedad mexicana, hay una lectura completa de dicha sociedad, pero hay también elementos más introspectivos: en particular, la historia entre Cleo y una familia con fuertes rupturas y disfunciones pero que, de manera metafórica, la va integrando poco a poco a su núcleo, es un ejemplo magistral de tolerancia y convivencia, no exentas de momentos amargos, que culminan en exaltación a la divinidad encontrada en una figura de orígenes tan sencillos y puros como lo es su protagonista.
Calificación: 4.5/5 respecto a la siguiente escala:——
1: Terrible
2: Mala
3: Buena
4: Excelente
5: Legendaria
2: Mala
3: Buena
4: Excelente
5: Legendaria
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