A GHOST STORY
(HISTORIA DE FANTASMAS)
Estados Unidos, 2017
Director: David Lowery
Director: David Lowery
En A Ghost Story, Rooney Mara (Carol, Lion, Song to Song) y Casey Affleck (Manchester by the Sea, Unity) interpretan a una joven pareja de esposos de la que muy poco se sabe en realidad. La película se guarda de mencionar sus nombres —a él se le nombra C, a ella M, se sabe por los créditos— y lo poco que se observa es que él es músico y que juntos viven en una pequeña casa alejada del bullicio citadino. Existe entre ellos conflicto, problemas en apariencia menores, incertidumbre, y no obstante amor. No mucho después del comienzo, él muere y, negándose a aceptar este final, su fantasma queda atado a ese hogar que compartiera con su mujer.

Hay en el fantasma de la cinta un poco de la esencia curiosa y resignada del espíritu sin rostro de El viaje de Chihiro. También hay un rastro de la búsqueda existencialista del cine de Terrence Malick, e incluso un aire absurdo en su caracterización. Dicha mezcla tiene un resultado tragicómico, sin duda misterioso y magnético, que hace del fantasma un personaje único e imposible de pasar por alto. La pasividad con la que observa el pasar del tiempo, las historias que presencia en espera de encontrar... ¿Encontrar qué? En realidad no se tiene muy claro qué es lo que espera, y la cinta sugiere que él mismo comienza poco a poco a olvidarlo: tal es la maldición que en la cultura popular persigue a quienes no encuentran la paz.

Se trata, tal cual el título índica, de una historia de fantasmas, sí, pero también de una historia de amor, de entrega, duelo y aceptación... En el eterno vagar del espíritu protagonista se encuentra una espera melancólica que pronto trasciende al tiempo mismo. Él se queda atrapado en el momento de su accidente, pero el mundo sigue avanzando a su alrededor sin que ésto logre tener un efecto real sobre él. El fantasma es, pues, una pieza rígida dentro de un universo en constante cambio, a la cual parece hacer falta una vida entera, y quizás más, para poder sentirse liberado de lo que sea que le mantenga atado al mundo.

A Ghost Story es una pieza única de cine experimental. Tiene una cadencia evidentemente calma —tanto que puede resultar un problema para ciertos espectadores—, pero diseñada para la contemplación y reflexión de la audiencia. Para el poco presupuesto con el que la película contaba (se habla de tan sólo 100,000 dólares), el trabajo de producción está muy bien logrado. Destacan particularmente la edición y la cinematografía. La primera está, de hecho, a cargo del director, David Lowery. Eso implica que las decisiones acerca de las largas escenas, por ejemplo, fueron totalmente suyas. Hay una escena de gran dramatismo en la que la cámara, estática, enfoca a Rooney Mara por cinco minutos sin corte. Afortunadamente las actuaciones —cuando se les da la oportunidad, pues la película no se sostiene todo el tiempo de ellas— están a la altura y, junto con la genial atmósfera, dichas escenas se hacen llevaderas.

Hay otro elemento constante en la película que contribuye a la tendencia fatalista de la misma: la música. Pero, incluso más allá de ésta, se debe considerar la solemnidad de los silencios. Lo anterior aunado a una cinematografía que, como se decía, resalta por lo limpia y detallada, por prestar atención a atributos como colores, movimientos y pausas; estos elementos invitan al espectador a sentir la nostalgia, el enojo, la tristeza y la resignación de un personaje que carece de rostro y voz, pero que parece tener tanto por decir. Para dejar más claro el mensaje, existen algunos personajes clave desperdigados en la historia que, de cierta forma, ahondan en temas que complementan lo ya visto en la cinta: la trascendencia de ser y su obra, la temporalidad de los seres vivos, lo finito de todo lo que mundano cuando se pone al lado del infinito universo.

A Ghost Story es una película sin par. Su presentación es original, las ideas de fondo tienen potencial y el director tiene cuidado de dejar tiempo al espectador para la contemplación y la reflexión. Quizás lo único que podría cuestionársele a la cinta es si no es demasiada película para el tema en cuestión, y si el director no habría sido capaz de transmitir el mismo mensaje en una cinta más corta o rítmica. Es éste un problema que hace de A Ghost Story una película difícil de observar y, para algunos, disfrutar. Otros argumentarán que es precisamente en estos elementos que radica su magia, lo que la hace distinta de otras obras de corte similar como Personal Shopper de 2016. Me confieso parte del segundo grupo y no puedo menos que sugerir dar una oportunidad a esta obra excepcional.

Hay en el fantasma de la cinta un poco de la esencia curiosa y resignada del espíritu sin rostro de El viaje de Chihiro. También hay un rastro de la búsqueda existencialista del cine de Terrence Malick, e incluso un aire absurdo en su caracterización. Dicha mezcla tiene un resultado tragicómico, sin duda misterioso y magnético, que hace del fantasma un personaje único e imposible de pasar por alto. La pasividad con la que observa el pasar del tiempo, las historias que presencia en espera de encontrar... ¿Encontrar qué? En realidad no se tiene muy claro qué es lo que espera, y la cinta sugiere que él mismo comienza poco a poco a olvidarlo: tal es la maldición que en la cultura popular persigue a quienes no encuentran la paz.

Se trata, tal cual el título índica, de una historia de fantasmas, sí, pero también de una historia de amor, de entrega, duelo y aceptación... En el eterno vagar del espíritu protagonista se encuentra una espera melancólica que pronto trasciende al tiempo mismo. Él se queda atrapado en el momento de su accidente, pero el mundo sigue avanzando a su alrededor sin que ésto logre tener un efecto real sobre él. El fantasma es, pues, una pieza rígida dentro de un universo en constante cambio, a la cual parece hacer falta una vida entera, y quizás más, para poder sentirse liberado de lo que sea que le mantenga atado al mundo.

A Ghost Story es una pieza única de cine experimental. Tiene una cadencia evidentemente calma —tanto que puede resultar un problema para ciertos espectadores—, pero diseñada para la contemplación y reflexión de la audiencia. Para el poco presupuesto con el que la película contaba (se habla de tan sólo 100,000 dólares), el trabajo de producción está muy bien logrado. Destacan particularmente la edición y la cinematografía. La primera está, de hecho, a cargo del director, David Lowery. Eso implica que las decisiones acerca de las largas escenas, por ejemplo, fueron totalmente suyas. Hay una escena de gran dramatismo en la que la cámara, estática, enfoca a Rooney Mara por cinco minutos sin corte. Afortunadamente las actuaciones —cuando se les da la oportunidad, pues la película no se sostiene todo el tiempo de ellas— están a la altura y, junto con la genial atmósfera, dichas escenas se hacen llevaderas.

Hay otro elemento constante en la película que contribuye a la tendencia fatalista de la misma: la música. Pero, incluso más allá de ésta, se debe considerar la solemnidad de los silencios. Lo anterior aunado a una cinematografía que, como se decía, resalta por lo limpia y detallada, por prestar atención a atributos como colores, movimientos y pausas; estos elementos invitan al espectador a sentir la nostalgia, el enojo, la tristeza y la resignación de un personaje que carece de rostro y voz, pero que parece tener tanto por decir. Para dejar más claro el mensaje, existen algunos personajes clave desperdigados en la historia que, de cierta forma, ahondan en temas que complementan lo ya visto en la cinta: la trascendencia de ser y su obra, la temporalidad de los seres vivos, lo finito de todo lo que mundano cuando se pone al lado del infinito universo.

A Ghost Story es una película sin par. Su presentación es original, las ideas de fondo tienen potencial y el director tiene cuidado de dejar tiempo al espectador para la contemplación y la reflexión. Quizás lo único que podría cuestionársele a la cinta es si no es demasiada película para el tema en cuestión, y si el director no habría sido capaz de transmitir el mismo mensaje en una cinta más corta o rítmica. Es éste un problema que hace de A Ghost Story una película difícil de observar y, para algunos, disfrutar. Otros argumentarán que es precisamente en estos elementos que radica su magia, lo que la hace distinta de otras obras de corte similar como Personal Shopper de 2016. Me confieso parte del segundo grupo y no puedo menos que sugerir dar una oportunidad a esta obra excepcional.
Calificación: 5/5 respecto a la siguiente escala:——
1: Terrible
2: Mala
3: Buena
4: Excelente
5: Legendaria
2: Mala
3: Buena
4: Excelente
5: Legendaria
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Genial, justo la pasividad de los planos largos y del personaje en cuestión, hace más evidente el hecho de que, por su condición, el tiempo le es indolente... y quizá sea por ello precisamente, que haya espectadores a quienes desespere la propuesta de estos planos, genial y sutil propuesta del Director
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