BROOKLYN
(USA, 2015)
El choque cultural para cualquier persona que se ve obligada a emigrar a un país desconocido —con tradiciones distintas, gente desconocida, protocolos sociales diferentes a los del país de origen, y un largo etcétera— suele tener proporciones escandalosas. Hay además momentos históricos —los sigue habiendo hoy en día— en el que grandes segmentos de población, debido al contexto social de su población natal, se ven obligados a moverse en masa a otro lugar que ofrezca condiciones más propicias para su subsistencia —ahora mismo sucede algo así en Siria, aunque existen muchos más ejemplos—; aunque en estas situaciones el panorama se antoja tanto más complicado cuanto que el volumen de personas en movimiento es mucho mayor, esto no quiere decir que la historia personal de cada una de las personas que integran el contingente sea un escenario menos adverso.
Una situación como la planteada en el párrafo anterior es la que vive Eilis Lacey (Soairce Ronan, cuyo papel más memorable hasta ahora sea probablemente el de Agatha, la chica con lunar en forma de México en la mejilla en la joya The Grand Budapest Hotel), la protagonista de este drama histórico denominado Brooklyn. Eilis es una chica irlandesa que se siente fuera de sitio en su lugar de origen y emigra a la ciudad de Nueva York en busca del sueño americano. Así, pues, la película se ocupa de narrar todas las adversidades —y momentos felices— que vive en el proceso.

Son muchos los temas que Brooklyn trata de abarcar en su desarrollo. En primer lugar se encuentra el choque cultural que ya se ha planteado, pero también se desarrolla una suerte de reseña documental —muy tendenciosa— de la sociedad norteamericana en el momento en que la historia se desarrolla, esto es, los años 50s —una época de aparente apogeo para la sociedad norteamericana, en la que las migraciones desde todas partes del mundo eran una constante que enriquecería al país y cimentaría la nación que EUA es hoy en día—. Habla además del sentimiento de nostalgia que aqueja a aquellos que emigran, de la lucha y trabajo al que se enfrentan quienes quieren crecer —el famoso sueño americano— y de la fidelidad en las relaciones de pareja, ubicando a esta en un contexto histórico muy particular y dándole fondo al tratarse de una chica irlandesa con un hijo de emigrantes italianos.

Pero hay un problema con que Brooklyn sea una película que trata de abarcar tantos temas, y es que no logra profundizar en ninguno, y si se suma a esto el hecho de que la óptica con que se tratan dichos temas se nota un tanto sesgada, se obtiene un producto mediocre. Es cierto que la película está bien dirigida y que la historia de desarrolla de manera sólida y además amena; existe incluso un giro de eventos muy interesante hacia la mitad de la película, que la revitaliza y añade mucho interés, pero justo cuando aspira a arriesgar y resolver de manera innovadora, ésta se escapa por la tangente y resuelve de una manera muy cutre para llevar a un final sencillo, genérico y decepcionante, hecho, eso sí, muy a modo para satisfacer a la audiencia a la que evidentemente la película está dirigida: el público norteamericano ávido de bellas historias de superación en que todas las adversidades son superadas y se alcanzan al final todas las metas.

Las actuaciones son, sin embargo, buenas. Soairce Ronan se nota bien dirigida y brinda una actuación excelente por la que incluso está nominada al premio Oscar como mejor actriz. A pesar de ello, en cuanto a la producción, la película se siente forzada. Brooklyn se esfuerza tanto en resultar encantadora que empalaga en diversas ocasiones, y eso puede sentirse en otros varios elementos, como por ejemplo la gama de colores —consistente en su mayoría en tonos pastel— que, si bien es vistosa y puede tomarse como uno de los elementos más fuertes del diseño artístico de la cinta, termina por cansar y sentirse falsa, como todas las ideas flotando alrededor de esta producción.

Brooklyn no es una mala película, sino tan sólo una que no acaba de aterrizar ninguno de los elementos de fondo y forma que la conforman; tiene además una visión bastante tendenciosa de los temas que trata —podrá decirse a este respecto que la película está basada en un libro y no en un guión original. Pues bien, podría responderse a este argumento que esto es tanto peor: un círculo vicioso de parcialidad—. Le suma puntos el hecho de que se aventura a plantear temas muy interesantes, aunque desafortunadamente escapa de ellos y le apuesta a los clichés típicos de cine utópico norteamericano.
Calificación: 3.5/5 respecto a la siguiente escala:
1: Terrible
2: Mala
3: Buena
4: Excelente
5: Legendaria
2: Mala
3: Buena
4: Excelente
5: Legendaria

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